jueves, 25 de noviembre de 2010

La literatura thanática en la realidad colombiana: Lo realmente real



Leí un texto nietzscheano titulado “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral”. Una de las afirmaciones que más me asombró, decía que la verdad era un ejército móvil de metáforas; una suma de relaciones humanas realzadas y adornadas de tal manera que, después de un uso prolongado, cobran su sentido de “verdad”. Me pregunté entonces, ¿cuál es la relación existente entre realidad y ficción en la literatura? ¿Acaso la realidad es una ficción en la que todos estamos inevitablemente sumergidos?

Pensé entonces en las tantas novelas colombianas que han surgido a lo largo de los últimos años, especialmente las pertenecientes a los géneros conocidos como novela negra o literatura thanática. Recordé a Mario Mendoza, a Jorge Franco, Efraim Medina, Fernando Vallejo, Álvaro Robledo, entre otros… Evoqué la manera tan lúcida en que, a través de la lectura de Satanás, recorrí las calles de la ciudad de Bogotá una y otra vez: mendigos, sexo, prostitución, robos, desamor. En efecto, hay un tono desesperanzador en esta literatura, que precisamente, se encarga de señalar un malestar en el presente histórico de la sociedad colombiana, debido al proceso de descomposición social que se vive en las ciudades.  La relación entre ficción y realidad en la literatura thanática es bastante estrecha en la memoria colectiva de la nación colombiana.  

¿Acaso la realidad actual colombiana es ese ejército móvil de metáforas que conforman la literatura thanática? El desamor, la crisis y el sufrimiento de los personajes de las novelas son equivalentes a las vivencias de toda una nación: son signos del sinsabor que deja la crisis de orden social en Colombia. Me pregunto si muchos de nosotros consideraríamos a las guerrillas (presentes desde el siglo pasado en nuestra psique colectiva) como una legión demoníaca que nos aterra cada vez más, al igual que esa legión que Mendoza logró construir a través de la degradación física y simbólica de sus protagonistas. Puedo afirmar que la estética narrativa contemporánea, está sujeta a cambios sociales críticos en la realidad del país: hay un desequilibrio en la identidad y en la unidad social colombiana.

La realidad del país está colmada de elementos sicarescos, thanáticos y eróticos. Es preciso tener en cuenta La virgen de los sicarios (de Fernando Vallejo), quien, a través de un lenguaje vulgar y un dialecto culto, logra evidenciar las oposiciones que conforman la realidad de Medellín. Es una diglosia autocrítica que desnuda las problemáticas educativas y culturales de dicha ciudad. En esta novela, el erotismo triunfa únicamente cuando está inmerso en esa descomposición social vivida en las comunas.

Todos los colombianos hemos tenido la oportunidad de experimentar esos elementos thanáticos que nuestra realidad social nos ofrece. El éxito de la novela negra radica en la identificación que cada lector logra hacer con el texto; identificación que no es difícil de hacer en la medida en que los autores se sitúan en las calles que recorremos a diario, y nos muestran físicamente (es decir, a través de la escritura) aquello que en el fondo ya sabemos. Según García Dussan, la circunstancia personal de los personajes “se universaliza, crece hasta tocarme como lector y, desde ese simbolismo, me sitúo en una sociedad en la que me sé y decido ir con la corriente thanática o no”.

En este punto, creo que la afirmación nietzscheana tiene razón: la verdad es un ejército móvil de metáforas literarias, que a la larga se convierten en la realidad colombiana. O, la literatura thanática es un ejército móvil de verdades, que evidencian la degradación social en Colombia. Realmente no interesa qué es verdad y qué es ficción: la realidad colombiana está llena de patáforas; lo fantástico está presente en fenómenos sociales como el sida, el sicariato, el narcotráfico, la falta de espiritualidad, el fracaso en las relaciones amorosas…Todo es un absurdo que me lleva a cuestionar si nuestra cotidianidad es algo realmente real.  

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